"Es menester que no cambie de ella
su corazón ni su voluntad, porque si lo que buscas es que ella sea el reflejo
de vuestro propio deseo y voluntad es a vos a quien amáis y no a ella”
Si se quiere leer un libro que sitúe en un contexto de completa sinceridad la cuestión de las complejas relaciones entre hombres y mujeres en la antigüedad europea, esta es, sin duda su elección.
El Heptamerón ofrece una respuesta, tanto al idealismo del amor cortés- tan empleado como instrumento de manipulación contra las mujeres- como a la simplificación divertida de los cuentos misóginos, como los que se pueden encontrar en El Decamerón, al cual, se refiere siempre de un modo implícito. Margarita de Navarra contrasta estas visiones masculinas con la realidad y el poder de los hombres, ejercido de manera frecuentemente brutal.
Para dar aún más fuerza a su discurso integra en él la opinión misma de
los hombres, creando, de esta suerte, un caleidoscopio complejo en el que las
distintas visiones del mundo, los diferentes intereses y las complejas
relaciones que se generan a partir de ellos, se entretejen a dos niveles superpuestos. Por un lado, por medio de las conversaciones, y por otro lado, por medio de los relatos que cada personaje presenta como argumento o ejemplo
de las ideas y creencias que sostiene. Un modelo estructural que toma de la tradición literaria para utilizarlo como soporte de una visión nueva.
Tras un relato misógino, falsamente adulador o groseramente sexual, la autora hace que un personaje femenino desarrolle un contraste brutal mediante el relato de violaciones y abusos de poder de todo tipo. Sólo encontramos algo semejante, en cuanto al nivel de brutalidad y la crudeza atroz que refleja, en Desengaños amorosos de María de Zayas.
La perspectiva femenina no es unívoca, como tampoco lo es la masculina. La misoginia, se encuentra más interiorizada en un personaje femenino, Nomerfien. En una de las conversaciones afirma: “Que Dios os castigue, porque no hay hombre en el mundo capaz de poner orden en la malicia de una mujer si no es mantándola” Su perspectiva es también un desafío hacia quienes presentan a las mujeres como tontas fáciles de manipular, ella prefiere la visión de las malvadas dañinas porque la hace sentirse más poderosa, por lo menos a un nivel simbólico. Pero tras el relato de una violación y asesinato extremadamente cruel la autora puntualiza: “No hubo dama en la reunión que no llorase” señalando, así, la diferencia entre la necesaria identificación que se produce entre las mujeres, puesto que se ven a sí mismas reflejadas en la víctima, seas cuales sean sus creencias.
Es cierto que tampoco faltan la ironía y el humor descarnado al estilo de Boccaccio, en ocasiones, tan escatológico que nos sorprende encontrarlo en boca de una mujer. Desde el punto de vista de la cuestión de clase, me gustaría señalar que la autora reconoce la dificilísima situación en la que se encontraban las mujeres del servicio, siempre expuestas a la violación y después al castigo incluso por parte de sus señoras. En uno de los relatos, la autora se desquita y crea una relación solidaria entre mujeres de distinta clase social. La esposa y la sirvienta se unen contra el marido para convertir al burlador en burlado y este acepta lo ocurrido más allá aún de lo que la propia esposa pudiera imaginar. En otro relato, dos clérigos que también van a violar a una mujer son burlados por ésta. Presentando así una visión, de nuevo empoderada y al mismo tiempo crítica con la iglesia que sólo una autora francesa hubiera podido defender en el momento.
De esta forma, sitúa por encima de los intereses de
clase y de las visiones del mundo de la clase dominante, una realidad en la que
el sexo, las necesidades biológicas, presentes en todo ser humano, y la
violencia se constituyen como protagonistas e igualan a las hembras humanas, en
un paisaje en el que la floresta palpitante de la poesía amorosa
encubre la podredumbre escondida bajo la palpitante tierra. Y aún a día de hoy, este contraste nos deslumbra y nos interpela.

