En este caso no voy a cambiar el título del libro por una referencia metafórica sobre su contenido, porque el título es de por sí tan potente que confieso que no se me ocurre nada que pueda complementarlo de ninguna forma.
En esta colección de cuentos Samanta Schweblin recoge toda la extraordinaria tradición del cuento de América del Sur y del realismo norteamericano.
Su poderosa fuerza imaginativa se nutre de una visión distorsionada de la realidad, a la que conduce a su límite. La autora, no sólo sale de los márgenes de lo posible o esperable, sino de aquello que nuestras mentes construyen desde la consciencia e incluso desde los imaginarios creados por la vanguardia anterior a ella. Schweblin dinamita los esquemas mentales de coherencia y los deconstruye, llevándolos hasta sus últimas consecuencias.
Reconstruye la autora un imaginario colectivo, lo distorsiona y lo dota de un sentido crítico propio, identificable en todos los cuentos como una voz personal, y cuya fuerza reside en la capacidad para sugerir imágenes y pensamientos nuevos en la persona lectora.
Los temas fundamentales de la discusión eterna sobre lo humano: la identidad, la soledad o el tiempo propios de un trasfondo existencial, se combinan con otros de carácter más socio político como la violencia, la marginación, la masculinidad tóxica, o la pobreza.
Como en la narrativa de Elena Garro, la visión de las mujeres y su desubicación emocional y física, se considera desde una perspectiva amplia en la que es su condición humana la que explica la conducta errática y la sitúa en una dimensión filosófica por encima de las limitaciones contextuales.
