¿Te gusta leer?

¿Te gusta leer?

BUENOS DÍAS, TRISTEZA.

 Buenos días, tristeza. Francoise Sagan.

 

LA SUSTANCIA QUE NOS UNE.

  Un libro interesante para leer, sobre todo cuando se es joven. Una reflexión sobre la banalidad de la vida de las personas dedicadas al mero disfrute, y una reflexión sobre las relaciones maternofiliales. La libertad frente al crecimiento personal y la seguridad. La escritora de esta novela, con sólo diez y nueve años, nos aporta una visión cercana a sus experiencias personales desde la que puede conducir su vida como escritora y reconducir su vida como mujer. He experimentado en mí misma este conflicto entre libertad y seguridad desde las dos orillas. Como hija, al sentir que mi madre estaba convirtiéndose en una losa, en una suerte de cadena que dificultaba mis movimientos, y como tía de una niña adolescente problemática, a mi cuidado, a la que tuve que “atar en corto” durante los años difíciles. Las sensaciones opuestas me han ofrecido una visión de la realidad compleja y llena de matices. Aprendí a comprender a mi madre, a valorar su esfuerzo y su forma de expresar su amor por mí, también pude entender las pulsiones de mi sobrina y la dificultad de que ella pudiera ponerse en mi lugar en ese momento.


 

  Esta novela, contada desde la perspectiva de la joven, lleva la relación hasta un punto sin retorno desde el cual la protagonista puede comprender el error de su visión, al juzgar a la futura mujer de su padre y, por tanto, futura madre. No obstante, su juventud le impide comprender la complejidad de la mente de una mujer adulta con gran experiencia de la vida, frente a una niña casi adolescente, y reconduce el personaje de la madre sustituta hacia una construcción imposible y poco creíble. Es llamativo el modo en el que las mujeres jóvenes han tendido a infravalorar a las mayores, siguiendo la estela de lo que los sistemas patriarcales han generado en sus mentes, como una forma de alienación mental. La infravaloración de las mujeres adultas es la infravaloración de sí mismas en el futuro. En otras palabras, cuando una persona desautoriza, cosifica o difama al grupo en el que está integrada y del cual dimana, lo quiera o no, su identidad como ser humano, se está desautorizando, cosificando y difamando a sí misma.


  
Me gustaría, en este sentido, hablar de una película que he visto muy recientemente, y no me refiero a la versión cinematográfica de la novela, sino a una película del género de la ciencia ficción estrenada a comienzos de este 2025, es decir, casi cien años después de la publicación de Buenos días, tristeza. Me estoy refiriendo a La sustancia de la directora francesa, Coralie Fargeat. Ambos relatos tienen en común la reflexión sobre la frivolidad y el modo en el que extrae todo sentido profundo y satisfactorio a la vida, y ambas tienen en común la visión de la relación entre generaciones de mujeres y su interdependencia.

   En esta impactante película, la autora despliega una serie de fenómenos de interdependencia entre dos mujeres que son una: una mujer joven y una mujer madura. Las interpretaciones del proceso son, evidentemente, múltiples y no sería lógico ofrecer una construcción de significado unívoca. No obstante, desde mi punto de vista, lo más interesante es la forma en la que la negativa a comprender el hilo que las une, las conduce a la autodestrucción. El entorno machista se presenta como sustentado y mantenido por las propias mujeres, porque esta es una verdad incuestionable que se repite siempre en las relaciones de poder, y muy especialmente en aquellas en las que la identidad y la autoestima de los individuos dominados ha sido secuestrada por el grupo dominante.


   Creo que los noventa años que separan ambas historias han servido para seguir avanzando en la lucha por la liberación auténtica de las mujeres, una liberación que no reside, como pensaba cuando era una joven alocada, en poder hacer lo que quieras y disfrutar de tu cuerpo sin restricciones, sino en la posibilidad de valorarte y de desarrollarte como ser humano. Y en este sentido, la lucha por el reconocimiento del valor de las otras mujeres es fundamental. La lucha por la construcción de una identidad más allá del valor y la apariencia. La lucha por el abandono de una visión exageradamente crítica y destructiva de nuestros cuerpos y de nuestras vidas. La lucha por dejar de vernos a través de la mirada de los hombres, padres, hermanos o novios, por dejar de pensarnos como seres dependientes que encuentran el sentido de su existencia en la satisfacción de las fantasías masculinas y en la reproducción de los seres masculinos y en la servidumbre hacia los individuos masculinos. Y, finalmente, la lucha por alcanzar el objetivo final, que consiste en el abandono del estereotipo de la feminidad, como cárcel y como negación del sentido global y no limitado por el género de la vida humana.

   Por todo lo dicho anteriormente, creo que Buenos días tristeza es una buena novela, como también es interesante su adaptación fílmica, pero sólo como reflejo de una evolución de la que hoy, tras casi un siglo, podemos alejarnos y contemplar con un sentido crítico como testimonio de un camino complejo que todavía está siendo recorrido por nosotras, las mujeres.