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CUANDO LA LUZ SE APAGA.

El BOSQUE DE LA NOCHE. DJUNA BARNES.



 

El bosque de la noche no es un libro sencillo de leer, Barnes maneja el lenguaje como si fuera un hostia sagrada, pero triturada y empapada en vómito. El libro no pretende reflejar la realidad, ni siquiera construir una paralela, es una deconstrucción de la realidad a partir de un diálogo imposible entre personajes también imposibles, no porque no existan sino porque la propia sociedad relegó su existencia al famoso armario de los cachivaches. Ya en sus relatos de juventud Barnes se interesó especialmente por lo oculto y por engrandecer a través de la belleza y el extrañamiento todo lo que nos remite hacia un universo paralelo de fracaso, soledad y abandono. Ningún personaje consigue encontrarse y aceptarse a sí mismo con serena paz o conformismo, según se mire, porque la vida no les ofrece nada que se ajuste a lo que esperan de ella o sienten que deberían vivir. 

   Los animales quedan también retratados en esa espiral de alienación a la que les hemos conducido porque nosotros, a fin de cuentas “podemos ser la aristocracia de la naturaleza”, como dice el libro. Robin, el personaje en torno al cual gira todo, se siente como el animal encerrado “no quiero estar aquí” eso es lo único que sabe y entiende. Y es que “Hay personas que proyectan una sombra mucho más larga que lo que son ellos” La sombra de Robin es la sombra del que no puede evitar balancearse con la vida como si no hubiera asidero posible. “Ella siempre sostuvo boca abajo la bolsa de los trucos de Dios”

   En medio de todo hay un sentido del humor caustico que nos recuerda a O. Wilde, pero mucho más obsceno y sin máscaras posibles. "Yo soy un pedo en un vendaval, una humilde violeta debajo de una plasta de vaca" dice el médico. A través de su mirada encontramos también una sensibilidad a flor de piel hacia el desamparo y una impotencia descomunal hacia la crueldad del ser humano. Todo lo moderno parece antiguo después de leer a Barnes. Esa es su gloria y su condena. Porque gloria y condena no son más que las dos caras de un mismo don.

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