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La literatura desde la otra mitad del cielo.

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"Pero, me diréis, le pedimos que nos hablara de las mujeres y la literatura. ¿Qué tiene que ver eso con una habitación propia? Trataré de explicarme"
         
Virginia Woolf. Una habitación propia. 

 El ensayo "Una habitación propia" constituye una de las reflexiones más importantes que se han escrito sobre la literatura escrita por mujeres, es una exposición de principios, un análisis de las limitaciones históricas y culturales con las que han tenido que lidiar las mujeres dentro del sistema patriarcal para poder crear y sobre todo es un manifiesto, un alegato, una llamada a la acción sustentada en la creencia de la propia fuerza transformadora de la literatura y del arte. 

  En el comienzo, Virginia plantea sus objetivos y relata una visita a una universidad y las limitaciones de movilidad que tuvo en ella por ser mujer, cómo se le pidió que se retirarse de la biblioteca, si no tenía un permiso especial para las mujeres y cómo se le exigió que se retirase del césped. Posteriormente, se referirá a estas anécdotas de manera irónica y como medio de reflejar la forma en la que el sistema académico saca fuera a las mujeres. También reflexionará sobre las dificultades que tuvieron las impulsoras de la educación universitaria femenina para recaudar fondos. Inmediatamente, desarrollará sus argumentos a través de una narración de hechos posibles, una realidad alternativa en la que poner de manifiesto la dificultad para compatibilizar la maternidad con otro tipo de actividades.

   Una vez establecido este hecho, comienza la reflexión sobre las causas del mismo. Es decir, no se parte de la aceptación de que las mujeres están destinadas por la naturaleza a la maternidad y que la limitación viene de ahí, sino que se empieza a analizar la forma en la que la condición biológica  se ha empleado como pretexto para la dominación y anulación del potencial femenino, el potencial se ha convertido en algo limitador.

  Para ello comienza por hacer un recorrido por el pensamiento misógino, centrándose en los académicos y hombres influyentes del siglo XIX. Llama la atención sobre la agresividad del discurso. Si ,verdaderamente, la dependencia de la mujer nos viniera dada por la naturaleza no seria necesario un discurso semejante para sostenerla. Por tanto, el discurso misógino tiene como finalidad sostener esa dependencia, y más aún, esa supuesta inferioridad en la que se sustenta la dependencia. Aquí Woolf hace una interesante reflexión. Más allá de los privilegios en los que viven los hombres con relación a las mujeres, el discurso supremacista masculino se vuelve tan emocional e intenso  porque los hombres tienen miedo de perder una autoestima general que se deriva de creer que la mitad de la humanidad es inferior a cada uno de ellos. 

   Es una aguda consideración reflejada frecuentemente por la literatura feminista. Como en cualquier otro discurso supremacista, la fuerza reside en el motor de la autoestima frente al menosprecio del otro. Esta consideración legitima el dominio y dota de una fuerza emocional al que lo detenta por la que estará dispuesto a defender su dominio sobre cualquier otra cosa. Debemos tener en cuenta, además, que en el caso de las mujeres, la autoestima se construye a partir de la línea masculina, el padre, el esposo, los hijos... y por tanto, la cuestión cultural, religiosa o racial ha enmascarado de manera continua el dominio de base, que es el masculino sobre el femenino. Esto explica que puedan darse casos de políticas y de escritoras que han empleado sus discurso para defender perspectivas masculinas y de dominación, porque su identidad y su autoestima no se construía sobre su condición de mujer sino a pesar de ella e, incluso, contra ella.

  Woolf seguirá avanzando hasta llegar a lo que considera el meollo de la cuestión, a saber, la autonomía económica, el tiempo, el espacio personal.  Señala la escritora la importancia de la autonomía que deriva de tener dinero obtenido de manera independiente de los hombres, (una tía le dejó una asignación como herencia) y dice “No necesito odiar a ningún hombre, no puede hacerme daño. No necesito halagar a ningún hombre. No tienen nada que ofrecerme.Al final del capítulo tiene un planteamiento optimista y dice “ De aquí a cien años, las mujeres habrán dejado de ser el sexo protegido. Participarán en todas las actividades que en otro tiempo se les negaron." Este optimismo deja traslucir  la falta de consideración de las dificultades que supondría la transformación de la vida de las mujeres en sociedades menos avanzadas. En la actualidad, coexisten en el planeta formas de vida y sociedades en la que las mujeres viven en una situación más que dependencia de semi esclavitud respecto de los hombres, y lo que es peor, esta situación se produce con la connivencia de los países desarrollados, aún cuando las mujeres de estos países desarrollados hayan alcanzado cotas importantes de poder.  Incluso Woolf, a pesar de su pesimismo general, consideraba que vivía un movimiento imparable de renovación y lucha femenina que evolucionaría más rápido de lo que ha ocurrido. Es importante tener en cuenta que la necesidad de reconocimiento, afecto y apoyo masculinos devienen de la construcción del yo a partir de esa identidad masculina y que incluso con independencia económica y con éxito profesional se sigue produciendo, frecuentemente, esta necesidad que la autora afirma no tener. Incluso puede darse en muchas mujeres, y este es un tema muy estudiado, una limitación del deseo de éxito, una contención del deseo de poder para no dejar atrás a la pareja masculina que pueda ver mermado su deseo de mantener la relación. Otro fenómeno social interesante es el de los hombres que viven del trabajo o la explotación de la mujer.  Adoptan, sin embargo, un roll de dominio sexual y físico basado en la idea del "protector". Se trata de un modelo que podemos encontrar en otras estructuras sociales de especies distintas. Lo encontramos con frecuencia en países en vías de desarrollo y culturas primitivas en las que el hombre consigue su autoestima del hecho mismo de ser hombre y de la defensa del peligro que suponen los otros hombres. También podemos encontrarlo en sociedades desarrolladas en las que otorga prestigio tener a un hombre al lado y un padre para los hijos, incluso sin ofrecer nada más o representando una carga emocional, económica y material para la mujer.  Este tipo de situaciones no estaban siendo consideradas por Woolf cuando valoró el carácter crucial de la autonomía económica porque la dependencia femenina respecto de la masculina hunde muy profundamente sus raíces. 

  Más adelante, la autora dedica un extenso apartado a la reflexión sobre la situación de las mujeres en el pasado. Cita partes del libro Historia de Inglaterra en las que se relata cómo azotar a las mujeres era un derecho del marido y cómo la elección del marido no era nunca propia de la esposa. Contrasta esta situación de sumisión y esclavitud con la imagen que tienen las mujeres de la antigüedad en la literatura. Es, a mi juicio, un gran acierto este contraste entre las leyes, como marco sobre el que se construye la realidad, y el imaginario literario que presenta a la mujer como ser dominador y problemático que no deja vivir al hombre. Mientras que los hijos son, por naturaleza, una limitación de la libertad para la madre, o deben serlo, si lo son para el padre no es debido a la naturaleza sino a que la mujer lo ha llevado a esa situación. La dependencia física del bebé respecto de la madre durante el embarazo y la lactancia se extiende a toda la vida de la mujer que se ve sometida a un embarazo tras otro e impedida por ley, frecuentemente, para tomar el control de sus embarazos y de su cuerpo.

  Pero volvamos al discurso de Virginia Woolf, en un momento dado, la escritora se centra en la Inglaterra isabelina y emplea de nuevo la imaginación para trasladarnos a una realidad alternativa: la vida de la hermana de Shakespeare. Mediante esta narración puede cuestionar el argumento de que las mujeres no pueden llegar a escribir como lo hizo él.  A continuación, reflexiona sobre las limitaciones generales de los hombres para dedicarse a la literatura (la sociedad no lo prioriza) y de las mujeres en particular (la sociedad se lo impide) “El mundo no pide a nadie que escriba novelas o libros de historia, no los necesita, al mundo le trae sin cuidado que Flaubert encuentre la palabra exacta” “La indiferencia en el caso de las mujeres no es tal, sino hostilidad”

   A partir de aquí comienza  a hablar  sobre las escritoras británicas y hacer una valoración de las mismas y de la evolución de la literatura a través de ellas. Además de las más importantes en la actualidad, menciona también la necesidad de referirse a las pioneras y reconocer el legado y la influencia sobre las más famosas: Aphra Behn, Fanny Burney y Elisa Carter, entre otras. Poco después se centrará en la escritora Mary Carmichel y en su introducción de la temática lésbica, así como el avance que supone el presentar a mujeres que tratan sobre asuntos de mujeres y entre mujeres. Este punto de vista me parece crucial. Se trata de considerar cómo la literatura empieza a presentar a las mujeres desde sí mismas y no como madres, esposas o hijas de... No cabe duda de que se trata de un gran avance, aunque podemos encontrarlo en escritoras desde la antigüedad, por ejemplo Safo, ya que hace falta una sociedad en la que este tipo de relación pueda tener un reflejo literario. Muy interesante es el contraste que establece entre la manera de escribir de los hombres y las mujeres. Afirma que las mujeres también piensan y escriben a través de sus madres... e ironiza sobre la preponderancia de la letra I (yo) en la narrativa masculina, y el aburrimiento que le produce.

  A partir de aquí, el discurso se dirige a aconsejar y motivar, es la parte más aleccionadora. Comienza por observar que lo más importante es reconocer la realidad sin esperar elogios ni precipitarse en luchas de bandos. Reconoce, también la cuestión de las clases sociales y que en Inglaterra la clase obrera, en su conjunto, sigue estando al margen de la posibilidad de acceder a la educación superior. Deberíais recordar cuántas cosas dependen de vosotras y de la influencia que podéis ejercer en el futuro (…) Cuando busco dentro de mí no encuentro esos nobles sentimientos que nos mueven a ser compañeros y iguales, a impulsar el mundo hacia fines más elevados. Lo más importante, por encima de todo, es ser uno mismo. No soñéis con influir en los demás."

  Posteriormente, reflexiona sobre la importancia de escribir sin ningún tipo de presión y lo que una quiera escribir. No duda en pasar a la autocrítica, aunque no hacia sí misma, sino hacia las mujeres, como grupo “Las mujeres son severas con las mujeres. A las mujeres no les gustan las mujeres. Las mujeres...¿No estáis hartas de esta palabra? Yo sí, os lo aseguro.(...) Lo cierto es que, en general, a mí me gustan las mujeres." Recuerda que en Inglaterra hay dos universidades para mujeres, que se puede votar y heredar... y que “la excusa de la falta de oportunidades ya no es válida” La parte más elocuente es la vuelta a la vida de la supuesta hermana de Shakespeare y la petición de que trabajemos porque ella vive a través de nosotras. “Vive en vosotras y en mí, y en muchas otras mujeres que no se encuentran aquí esta noche, porque están lavando los platos y acostando a los niños. Pero vive.

  Esta llamada a la acción a través de la conciencia de nuestra solidaridad con las otras mujeres es fundamental, desde mi punto de vista. La esencia del feminismo actual es la comprensión de la importancia de esta realidad histórica. Comprender que a través de cada una de nosotras debe fluir la aportación de las demás para así dar a luz a nuevas mujeres capaces de ir produciendo nuevas transformaciones en beneficio de todas y, en última instancia, en beneficio de la humanidad en su conjunto. 


   Debemos tener en cuenta que se planteó como una conferencia, en este sentido, podemos apreciar en el texto rasgos de oralidad que le conceden una mayor originalidad y una fuerza dialéctica especial frente a otros ensayos feministas académicos.  Gracias a este planteamiento inicial se han podido llevar a término propuestas dramáticas como la de Patrick Garland o, recientemente la de la española María Ruiz, con la excelente interpretación de Clara Sanchís.





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