Comienzo a leer mi primera novela de Concha
espina con el prejuicio de saber que ella había sido simpatizante de la
Falange. Comienzo también la lectura con la idea de que debe tratarse de una
novelista de segundo o tercer orden, puesto que ningún libro de texto, ningún
profesor o profesora de literatura, ningún
programa o conferencia me ha trasmitido información sobre ella, así que comienzo
por indagar un poco más en su biografía y descubro que, no solo fue nominada al
premio Nobel, sino que estuvo muy cerca de ganarlo el año en que se lo
concedieron Gracia de Lezna. Cuando empiezo a leer la novela observo que hay en ella un enfoque
lingüístico que me llama poderosamente la atención, por una parte, aprecio la técnica narrativa, muy depurada, de la construcción de las hablas y las formas lingüísticas reales, naturales, de los personajes, y por otro, un cierto estilo de finales del siglo XIX que he detectado también en otros autores cercanos a la generación del 98 y que, ciertamente, ha resistido mal el paso del tiempo. A pesar del rechazo que me
produce la filiación política de la autora, y a pesar de que percibo elementos que
podríamos considerar en la actualidad como algo cursis, la valoración que tuvo en su momento por la crítica literaria y por el
público me inclina a seguir leyendo. Pesa también el hecho de tratarse de una mujer novelista que, por tanto, puede
ofrecerme un enfoque de la realidad distinto, más incluyente. Pronto voy descubriendo unos personajes que tienen vida y realidad, e
incluso, una perspectiva de construcción complejísima, una interacción constante de planos a través de la cual se abordan simultáneamente cuestiones de clase social, de tradición
cultural, de creencias religiosas y de género, siendo este último aspecto uno de los
más importantes.
Comienza la novela en un viaje en el vagón de un carromato en el que se encuentran, fortuitamente, un poeta y una mujer joven destinada a casarse en un pueblo de León con un primo lejano que no conoce. Comenzamos por situarnos en la perspectiva del poeta, accidental compañero de viaje, que se siente inmediatamente atraído por la belleza de la desconocida e identifica esta atracción como amor. Es la creación en su cabeza de ese constructo, en parte emocional y en parte artístico, el origen de toda la trama. Por una parte, la joven se cree vivamente dicho constructo y lo desarrolla en su propia mente, en su propia imaginación, dándole un sentido nuevo elevado a su vida y a su futuro, completamente separado de la realidad que la está esperando. Dicha realidad se nos revela con todo detalle: la pobreza de una familia campesina venida a menos en un pueblo atrasado de la maragatería, la miseria, la enfermedad, el desamparo de las mujeres, la existencia de unas estructuras que dividen de manera radical las obligaciones de cada género siendo la de los hombres emigrar a otros lugares y la de las mujeres quedarse en el campo trabajando como animales, expuestas a embarazos peligrosos, solas, esperando la llegada del marido que cada cierto tiempo vuelve con la intención de generar un nuevo embarazo y por lo tanto, más peligro, más dolor, más trabajo, más angustia para estas mujeres. Esos dos mundos el del amor de fantasía donde todo es posible y donde la pareja vive la vida en un nido metafórico de ilusión, y el mundo de su familia, de las otras mujeres, que dependen precisamente del matrimonio que ella va a realizar. Ambos mundos chocarán en la conciencia de la protagonista como dos trenes que se lanzaran uno contra el otro por una misma y única. vía.
Pero la novela no sería tan especial sí simplemente nos ofrecía ese este choque y una resolución del mismo: o bien ella se casa con el poeta y la familia queda abandonada o soluciona el problema por otras vías; o bien o bien ella descubre que el poeta realmente no la quiere y se casa con su primo salvando a su familia, etcétera. Ciertamente uno de estos finales es el final, pero no es solo eso; lo importante aquí es la forma en la que se llega a ese final.
El análisis de la
psicología de los personajes, de los dos hombres y de la mujer, la dinámica que se genera entre ellos y que nosotros observamos en un primer plano. La lucha interior que tiene la
protagonista entre la realidad y el deseo. Entre la misericordia, el deber y la ilusión por vivir una vida plena. En un
segundo plano, observábamos la evolución del pensamiento del poeta, el
enfrentamiento entre sus ensoñaciones y la observación de la realidad, el deseo de salvarla a modo quijotesco y la certeza de que esa salvación
le es imposible, no solo porque carezca de medios económicos, sino porque no tiene
ninguna intención de intentar cambiar de vida para poder conseguirlo, de realizar
ningún tipo de sacrificio en esa dirección Ahora bien esa visión de sí mismo
como persona egoísta no está totalmente oculta para él, la reconoce y la siente
como propia, incluso siente que ha podido heredar la de su propio padre, que
también les abandonó cuando era niño. ¿Será capaz de hacer algo así a esta mujer que
ahora contempla tan indefensa y tan enamorada? ¿ Acaso no será mejor renunciar a
ella? Pero no son estas dudas la clave de la trama, la clave se
establece cuando el primo llega al pueblo conoce a la protagonista y toma la
decisión de no casarse con ella porque no tiene dote y la desprecia. Ese es el momento en el que la dinámica del enfrentamiento entre egos masculinos arranca, mostrando hasta qué punto es esta lucha de pavos reales tan ancestral, tan básica, tan animal, la que determina tantos y tantas circunstancias de la vida humana
Desde el punto de vista técnico, el reflejo del habla de las mujeres del pueblo profundo de León tiene una
veracidad extraordinaria, heredera de un enfoque
naturalista, se combina con una clara influencia del
espiritualismo ruso que, en manos de la escritora, se convierte, como no podía ser de
otra forma, en una defensa del papel del sacerdote intermediario en la vida de
los pobres campesinos y, sobre todo, de las pobres campesinas. Pero la escritora, dejándose arrastrar por la fuerza y la coherencia del mundo que ha creado advierte que no hay milagro posible, más allá de la paradoja del destino de la
protagonista, qué parte de una ilusión aparentemente contradictoria con ese
destino, y que, sin embargo, lo engendra y lo construye como tal.