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FRANKENSTEIN.




        Este es uno de los libros más fascinantes, originales y complejos que se hayan escrito jamás. La lectora o lector actual puede opinar, sin embargo, que la obra no resulta ya fresca, que parece pesada, que el estilo narrativo resulta anticuado, o incluso que cuesta seguir el libro, por  momentos. Ninguna de estas críticas, aun siendo todas ellas aceptables y razonablemente ciertas, contradice en un ápice el juicio que acabo de emitir sobre la novela.

  Como es sobradamente conocido, -Marie Wollstonecraft Godwin-M,Sheally es la escritora de Frankenstein, originalmente llamada
El Moderno Prometeo la novela nació de un relato oral que Marie inventó durante unas vacaciones junto con un grupo de poetas, entre ellos su esposo Sheally y Byron. Momento que se recrea por la película española Remando al viento.




                     Desde el punto de vista de la crítica literaria, como he señalado anteriormente, Frankenstein es una obra maestra de enorme influencia en la literatura, en la iconografía moderna, y aún más me atrevería a decir que en la cultura general y la percepción occidental de la realidad.

                       Comenzaremos por considerar la cuestión de la relevancia literaria del texto. Cabe decir que se trata de la primera novela que podemos considerar claramente como perteneciente al género ciencia ficción. Si bien, siendo la llave para la creación del mismo no es una obra de género ni puede sujetarse a las limitaciones que la literatura de género generalmente mantienen. Por su extensión, por la forma en la que se construyen los personajes, por las descripciones que aparecen en ella, debemos considerarla como una obra romántica, es decir, inserta enteramente en el Movimiento Romántico.

    Es en el contexto del Romanticismo en el que se fraguan los paisajes de inspiración gótica, y la fascinación por todo lo extraño, lo antiguo y lo lejano. Es también el Romanticismo el responsable de que la mente dirija su atención hacia el mundo interior y la literatura comience un proceso de interiorización, es decir de desarrollo de la mirada introspectiva que marcará un antes y un después en el pensamiento occidental.


 Podríamos decir que este libro, como los cuentos de Andersen o los hermanos Grimm, bebe de las fuentes de la narrativa popular y fantástica, del folklore y las supersticiones populares -algo muy común en el mundo romántico decimonónico; pensemos, sin ir más lejos, en las leyendas de Bécquer.  También deberíamos buscar sus raíces en la literatura clásica que nos remonta a siglo de oro español: el interés por el personaje marginado, loco, despreciado... que encontramos en nuestras obras más punteras como El Lazarillo, La Celestina o El Quijote, o en obras clave de la literatura francesa como Gargantúa y Pantagruel. Ya en el siglo precedente, la novela  Los viajes de Gulliver marca la dirección a seguir respecto a la capacidad de la literatura para trazar caminos de reflexión crítica sobre sociedad y el comportamiento humano mediante espejos deformantes (procedimiento que nos lleva hasta el Expresionismo)



 En Frankenstein, por lo tanto, encontramos una profusa red de influencias que explican la riqueza del planteamiento de la novela. No se trata de una idea feliz, que surge repentinamente de una mente curiosa aunque poco cultivada, sino del engendramiento de un producto literario que condensa una gran cantidad de influencias y las sintetiza en algo nuevo capaz de generar a su vez nuevas ideas. 

   Desde el punto de vista iconográfico, como ocurre con algunos de los textos anteriormente señalados, la novela de Mary Sheally es una de esas pocas obras que son capaces de generar un mito que ha de convertirse en universal. En este sentido, es lógico que aparezca frecuentemente comparada con la obra de  Bram Stoker, Drácula; novela escrita ya en los albores del siglo XX y que debe mucho al texto que estamos considerando puesto que hay casi un siglo de separación entre ambas publicaciones. 

   Por otra parte, la popularización o la conversión en mito popular del personaje de Stoker, así como su influencia en el cine o el cómic -ambas compartidas con Frankenstein- tiene un carácter muy distinto al que podemos encontrar en la novela de Mary Sheally. Drácula es un ser real que el escritor transforma en un ser mitológico a través de la fusión del mismo con leyendas populares. En cambio el protagonista de nuestra novela no ha existido nunca y nunca existirá. Parte de una idea, de un supuesto mental, a saber: la capacidad para crear un ser humano.


 Esto nos conduce a la tercera cuestión que nos permite valorar la obra en su conjunto, la cuestión de su peso en la construcción del universo psicológico y social, en la creación de lo que se llama por la filosofía las cosmovisiones, es decir, las percepciones de la realidad que se construyen en las distintas épocas por la humanidad.  A partir de esta obra, la idea de la maldad queda cuestionada y relativizada de manera definitiva y con un atrevimiento hasta entonces inaudito. 

  El crimen cometido por el ser creado por el doctor Frankenstein, es tan horrendo que no encontramos precedentes anteriores en la literatura de autores que se atrevan a sugerir que debemos compadecernos de un ser capaz de cometer un delito tan atroz. A la autora, como a Cervantes, no le importa tanto que juzguemos a su personaje como que lleguemos a comprender sus motivaciones, las causas de su comportamiento y esto nos conduzca a juzgarnos a nosotros mismos. 

    El tema de la novela es el dolor, el aislamiento del ser que no recibe ningún afecto, que sólo conoce el sufrimiento y la soledad, que es despreciado por quién le ha dado la vida, dios y padre al mismo tiempo. La reflexión que la novela suscita, por tanto es doble. Por una parte, la crítica hacia el modo en que el ser humano emplea la ciencia y la tecnología de un modo ciego, ciego por el deseo de triunfo, poder, relevancia... sin medir las consecuencias que esos avances pueden acarrear en términos emocionales y vitales para otros seres humanos. Por otro, nos lleva a recordar nuestra responsabilidad hacia los otros seres, los más débiles especialmente, aquellos que son más susceptibles de ser incomprendidos o de ser despreciados por ser diferentes a la mayoría. 

    Pero Frankenstein, como obra representativa de la modernidad que si inició en este periodo histórico, no es una obra didáctica ni religiosa, aunque puedan extraerse de ella estas lecturas. Es una obra filosófica, en la que encontramos algunos de  los elementos que darán lugar al existencialismo, la construcción del yo a partir del creador, del padre o la madre, la necesidad de aprobación de los mismos, la necesidad de creer en una aprobación universal, cósmica, que parte de las creencias religiosas, la necesidad de contrarrestar la debilidad consustancial de la vida con la fortaleza infinita del amor.





   A continuación os presento fragmentos de películas basadas en la novela. En el fotograma vemos la representación del personaje que ha determinado toda su iconografía en el pasado siglo y que fue protagonizada por Boris Karloff. En la escena se encuentra con una niña que sustituye al niño del libro. La línea argumental fundamental, es decir la relación con el niño y lo que acontece después no aparece en la película porque se consideró inapropiado o demasiado fuerte para ser aceptado por el público. No obstante esta película sigue siendo considerada la mejor por los cinéfilos.

 También he considerado conveniente incluir un documental sobre la autora y la obra, y en esta ocasión un audio libro. Todo ello está en el idioma original, es decir en inglés.









Primera versión muda de la novela.



Última película inspirada en el personaje, la crítica la ha considerado una vergüenza y nos permite plantearnos si se debería permitir a cualquier "cosa" beneficiarse del renombre de una obra artística anterior.


Interesante documental y buena ocasión para practicar inglés.


Otra buena ocasión para practicar inglés con el texto original y este audio libro.

Finalmente, la más reciente adaptación de Kenneth Branagh de la novela.



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